Imagínese por un momento que la estructura de la moneda única es una comunidad de vecinos, con sus reglas,
obligaciones y facturas. Atenas, en este caso, sería el típico inquilino ruidoso y maleducado que, no
contento con molestar al resto con sus fiestas nocturnas durante los fines de
semana, se niega a pagar los recibos
de la comunidad, al tiempo que mantiene un alto nivel de vida a costa, eso sí,
de pedir dinero a los bancos. Sin embargo, cuando el director de su sucursal,
consciente de que la deuda pendiente jamás será devuelta, decide cerrarle el
crédito, el vecino griego, lejos de reducir los suntuosos gastos y trabajar más
horas para incrementar los ingresos con el fin de abonar sus facturas e ir amortizando
deuda, decide amenazar al resto de
propietarios con quemar el edificio para que sean ellos quienes
sufraguen todos sus recibos e incluso se hagan cargo de la deuda pendiente con
el banco.
Si esto le sucediera a cualquiera de ustedes en la vida real, lo lógico y
razonable es que acudieran de inmediato a la comisaría más cercana a denunciar
a ese sinvergüenza con el propósito de echarle a patadas del edificio, previa
reclamación de daños y perjuicios. Pero, al tratarse de un Estado, parece que está
todo justificado, cuando, en el fondo, la analogía es casi idéntica.
Lo que están haciendo los griegos no es más que un deleznable ejercicio de extorsión al resto de europeos para seguir
viviendo de prestado cómodamente a costa del dinero de los demás. De hecho, el
chantaje heleno es, si cabe, aún más sangrante por las siguientes razones.
1. Porque es el peor
pagador del mundo
Grecia es, de lejos, el peor pagador del mundo. Desde que logró la
independencia a principios del siglo XIX, el Estado heleno ha quebrado un total
de seis veces y se ha pasado casi la mitad del tiempo, más de 90 de los últimos 190 años, en situación de
quiebra o en pleno proceso de reestructuración de deuda (alargando
vencimientos y abonando menores tipos de interés) para, al menos, poder
devolver parte de los préstamos a sus acreedores.
Dicho de forma simple y llana, los políticos griegos (y, por extensión, los
votantes que los apoyan) son unos caraduras y unos morosos empecinados. Así
pues, no se trata de algo puntual, un impago sobrevenido por culpa de una
fuerte crisis o un período excepcional de inestabilidad política y social, sino
de un mal comportamiento recurrente, consistente en quebrantar, una y otra vez,
la palabra dada y los compromisos adquiridos.
2. Porque nunca ha
cumplido las reglas del euro
Lo grave es que esta actitud indecente no se ha visto reducida un ápice
tras su introducción en el euro, ni mucho menos. El Gobierno heleno entró en la
moneda única haciendo trampas,
ya que maquilló sus cuentas públicas mediante una compleja ingeniería
financiera para reducir de forma artificial y maniquea su déficit y su deuda
pública. Y una vez dentro, aprovechó los bajos tipos de interés y la abundancia
de crédito barato que le propició el paraguas de la Unión para disparar su gasto público, ocultando
bajo la alfombra parte de su insostenible endeudamiento a base de mantener e
intensificar sus vergonzosos artificios estadísticos.
Además, Grecia jamás ha cumplido
sus deudas más básicas de la moneda única. Esto es, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento,
que obliga a los estados miembro a registrar un déficit máximo del 3% anual y
deuda máxima del 60% del PIB. Es cierto que muchos países han incumplido este
principio esencial de prudencia presupuestaria, pero Atenas se lleva la palma,
ya que su agujero fiscal se
ha situado en una media del 7,2% entre
2000 y 2010, mientras que su deuda ha superado ampliamente el umbral del 100% del PIB.
¿Y en qué han gastado toda esa ingente cantidad de dinero? En financiar una
estructura estatal elefantiásica,
caracterizada, entre otras cosas, por su extendida corrupción funcionarial, su
profunda podredumbre política y sus amplias redes clientelares. Más de la mitad
de la economía griega dependía, de una u otra forma, de maná estatal,
pero, a diferencia de otros países, su desbocado gasto público se financió a
base de deuda, sin necesidad de contar con una economía competitiva capaz de
crear la riqueza suficiente como para sostener ese pesado edificio público en
pie.
Así pues, el origen de la tragedia griega, muy al contrario de lo que
defienden Syriza o Podemos, no radica en la pretendida austeridad, sino en su
desbocado e insostenible sector público. Grecia fue el país de la UE que más
aumentó su gasto público real (un 80% entre 1996 y 2008) y su deuda pública (un
400% superior a sus ingresos públicos en 2011) durante los felices años de la
burbuja crediticia.
3. Porque no quieren
pagar
En la actualidad, su deuda asciende
al 175% del PIB. Muchos se agarran a este dato para explicar que su
devolución es imposible, justificando así la necesidad de aplicar una nueva
quita, tras las dos reestructuraciones aplicadas durante la presente crisis. El
problema, sin embargo, no radica en su pesada deuda, ya que Atenas disfruta de
unas condiciones financieras más ventajosas que España e, incluso, la
todopoderosa Alemania, sino en su ausencia total de voluntad para cumplir lo
pactado.
Grecia puede pagar, pero no quiere. He ahí el drama. Y la prueba más evidente es la elección
de Syriza por parte del pueblo heleno, un partido de ideología
comunista, cuyo programa pretende repetir punto por punto la ruinosa senda de
despilfarro público, improductividad económica e irresponsabilidad política que
les ha llevado directos a la quiebra.
De poco sirve que el acreedor facilite los pagos o condone parte de la
factura pendiente si el deudor no tiene intención alguna de pagar. Mantener las
reformas y la sana, aunque impopular, senda de austeridad que exige la troika
es la única fórmula viable que existe para amortizar la deuda, ya que la
finalidad última del famoso memorando
de rescate es que Grecia registre superávit fiscal y superávit
exterior.
4. Porque pretenden
vivir a costa de los demás
Los griegos, sin embargo, pretenden justo lo contrario. Su intención no es
otra que regresar al perverso e insostenible círculo de endeudamiento previo solo que, ahora, a costa de los
contribuyentes europeos, ya que los inversores, con toda la lógica del mundo,
no se arriesgan a seguir prestando dinero.
Lo que está exigiendo Atenas, básicamente, es un cheque en blanco para gastar a placer la riqueza que generan los socios
ricos del norte. Es decir, robar, chantajear y extorsionar al resto de
europeos bajo la amenaza de desatar el caos si son expulsados del euro.
5. Porque no se lo
merecen
Pero, más allá de datos y cifras concretas, Grecia no se merece estar en el
euro por la sencilla razón de que su
pueblo no comparte los principios y valores más básicos de la UE: democracia, libertad y derechos humanos.
Basta observar los últimos resultados electorales para percatarse de esta
triste realidad. Más del 50% de los
votos ha ido a parar a formaciones de perfil totalitario y liberticida, como es el caso de Syriza, el
Partido Comunista, los nazis de Aurora Dorada o los nacionalistas radicales de
Griegos Independientes. Formaciones que, en mayor o menor medida, se declaran
abiertamente antieuropeístas.
En definitiva, si Grecia no quiere pagar sus deudas, no quiere cumplir las
reglas del euro y, además, reniega de la UE, ¿qué razón hay para que se quede? Ninguna. Grecia debe salir por
su propio pie o, directamente, ser expulsada. Nadie obligó a los griegos a
aceptar el euro y, por tanto, son libres de marcharse. Lo que no tiene sentido
y, además, resultaría injusto, aparte de suicida, es que el resto de estados
cedan al chantaje de unos trileros y manirrotos con nuestro dinero.
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