jueves, 4 de mayo de 2017

Matías Montero

Matías Montero y Rodríguez de Trujillo nació en Madrid en 1913. Comenzó la carrera de Medicina en la Universidad Central de Madrid. Como muchos estudiantes de aquella época se afilió en un primer momento a la FUE (Federación Universitaria Escolar) madrileña.




Cuando en 1931 aparece el semanario “La conquista del Estado” fundado por Ramiro Ledesma Ramos, Matías escribe una carta de adhesión al periódico, casualmente un 9 de febrero, o sea, justo tres años antes de su muerte. En dicha misiva se podía leer lo siguiente: 

“Sinceramente convencido de que su ideario viene para abrir un camino salvador en la actual confusión político social, envío desde luego mi adhesión y le ruego me envíe folletos que expliquen detalladamente lo que va a ser el partido. Yo soy estudiante de Medicina y tengo 17 años, pero me falta muy poco tiempo para cumplir dieciocho años”.


Al poco tiempo se convierte en miembro de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) y a finales de 1933, cuando ya tiene 20 años de vida, es uno de los primeros afiliados de Falange Española, destacándose como uno de los militantes más entusiastas de la causa falangista, lo que le lleva a escribir en la sección “Falanges Universitarias” del semanario “FE”.




Al abrigo de Falange Española surge en noviembre de 1933 una nueva organización estudiantil: el Sindicato Español Universitario (SEU), que encabezan varios jóvenes falangistas, como Manuel Valdés Larrañaga, Alejandro Allanegui, David Jato, Alejandro Salazar, a los que se suma Matías Montero. En la redacción de los primeros estatutos del Sindicato Español Universitario, les ayuda Julio Ruiz de Alda. Estos estatutos son injustamente rechazados por el Ministerio de la Gobernación el 10 de noviembre de 1933.

En la Universidad, los falangistas no están solos, ya que frente a ellos se encontraba la poderosa Federación Universitaria Escolar (FUE), que iba perdiendo la relevancia que tuvo en otros tiempos, ya que había dominado a la mayor parte del estudiantado, para convertirse en un reducto de las izquierdas, que pretendían imponerse al resto de los estudiantes. Para la FUE, el SEU representó un importante obstáculo.
Matías se dedicó al reclutamiento de nuevos militantes y también participó en la venta cotidiana del semanario “FE” por las calles madrileñas, actuando en ocasiones en tareas de protección a los voceadores.





Con motivo de la aparición del semanario “FE”, se desencadenó una tremenda ofensiva contra la publicación, negándose los quioscos públicos y los vendedores profesionales a su difusión, por lo cual tuvieron que realizar la venta los propios militantes del partido. Ahí tenían los rojos su ocasión semanal para organizar en las calles la persecución y violencia contra los falangistas.
Y así, el 11 de enero de 1934 fue muerto a tiros el joven Francisco de Paula Sampol, que acababa de adquirir el periódico en la calle de Alcalá.
El día 27 de enero era asesinado en la calle Clavel, el capataz de venta del semanario “FE”, Vicente Pérez.
El 3 de febrero, en la Gran Vía, resultaron heridos de bala dos estudiantes de Falange Española que vendían el periódico.
También cayeron asesinados José Ruiz de la Hermosa, Manuel Rodríguez Gimeno, José García Vara, Tomás Polo, Juan Lara, Manuel Carrión y Juan Cuéllar de 18 años que lo mataron destrozándole la cabeza con una piedra... 
Esas violencias no tenían sentido alguno de represalia, ya que Falange Española en este tiempo no dio ocasión para ello.
La situación tanto de los dirigentes como de los afiliados era verdaderamente preocupante, al ser los destinatarios de esa violencia desatada por los rojos, sin que ellos pudiesen tomar medidas reparadoras y eficaces.
Estas feroces agresiones y atropellos contra Falange Española -con resultado en ocasiones de muerte- procedían del campo socialista, siendo incubadas y preparadas en sus Juventudes, que de este modo, diez meses antes de la tristemente famosa revolución de octubre, comenzaron a presumir de capacidad para la lucha armada. De todas formas no se podía achacar la intervención directa de las Juventudes socialistas como ejecutoras de esas brutalidades, ya que se limitaban a sostener una banda -cuyos componentes no eran generalmente miembros de ellas- sino gentes extremistas que percibían sueldo por sus intervenciones.


En el anochecer madrileño del viernes 9 de febrero de 1934, Matías tras participar en la venta del número 6 de “FE”, regresa a su domicilio, en la calle Marqués de Urquijo, 21 - 3º, en el barrio de Argüelles. Matías, que es huérfano, vive con sus hermanos y sus dos tías, Rafaela y Rosario, la primera oficinista y la segunda locutora de la Compañía Telefónica.
En la calle Quintana, a pocas manzanas de su hogar, se despide de Bonet, amigo suyo que le ha acompañado hasta allí. Matías, sigue en su recorrido por la calle Juan Álvarez de Mendizábal, donde le están esperando dos izquierdistas. Uno de ellos es Francisco Tello Tortajada, obrero afiliado al PSOE y a las Juventudes Socialistas e integrante de “Vindicación”, grupo comandado por Santiago Carrillo.
Matías Montero no tiene tiempo de ver a sus agresores, y de dos disparos a traición por la espalda, le alcanzan en el corazón, provocándole rápidamente la muerte al joven falangista. Su asesino aún se acercó a rematarle, ya en el suelo, con otros tres disparos en el vientre, tras lo cual huyó, dejando a Matías tendido en el suelo, rodeado de un charco de sangre.





En esta ocasión, a diferencia de otras, el asesino es apresado, gracias a la rápida actuación policial del inspector Justino Arenillas Caballero.
El día 19 de febrero de 1934, Francisco Tello Tortajada es juzgado por procedimiento de urgencia, actuando José Antonio Primo de Rivera de abogado de la acusación particular. 



A propuesta del acusador privado, señor Primo de Rivera, se le enseña una carta, que reconoce el procesado, dirigida al presidente de la Juventud Socialista. En esa carta se queja de que sus camaradas no le dejaban realizar un plan peligroso y que estaba dispuesto a asumir todas las responsabilidades.
Primo de Rivera: ¿Qué plan era ése?
Procesado: De tabaqueros, afiliados a la UGT.
Primo de Rivera: Ha dicho usted que ignoraba que se vendiera aquel día el periódico “FE”. ¿Por qué tenía usted en el bolsillo otro papel conteniendo la noticia de que al jueves siguiente se vendería el semanario “FE”?
Procesado: Porque pensaba vigilar a los vendedores por si llevaban armas.
Primo de Rivera: ¿Usted no conocía al muerto?
Procesado: No.
Primo de Rivera: Entonces, ¿por qué lo mató?...





Don José Antonio Primo de Rivera anuncia una acusación breve.
- Con sobriedad y justeza refiere el hecho. Tello mató a traición al estudiante Matías Montero. Se le vio disparar, se le siguió sin interrupción y quedó detenido casi en el acto. Las excusas del procesado son débiles y no probadas, los testigos justificaron la certeza de la tesis acusatoria.
- Justifica las tres agravantes que alega: alevosía, que caracteriza el asesinato; premeditación y ensañamiento.
- El procesado es amigo de todos los que han realizado hechos tan cobardes como el de ahora perseguido. Según él, venía a la cárcel a visitar al presunto matador del estudiante Francisco de Paula Sampol, y al hablar de su vida pasada se refiere a Tejada, acusado por la muerte de don Vicente Pérez.
- Se le escapó a Tello la afirmación de que sabía de una organización preparada para cometer estos bárbaros atentados cuyos efectos viene sufriendo la sociedad. Todo revela que se había formado una banda para matar a los afiliados de Falange Española.
- La circunstancia de premeditación se desprende de cuantos extremos se han acreditado.
- El ensañamiento, para apreciarlo, basta con recoger las declaraciones técnicas de los forenses. Los últimos disparos se hicieron ya caída en el suelo la víctima.



Antes de acabar su elocuente informe, el señor Primo de Rivera, con honda emoción, habla de lo horrendo del delito, fría, tranquilamente perpetrado.
La Sala ha de proceder sin contemplaciones, imponiendo al acusado todo el peso de la ley.
Hace una brillante apología del joven ejemplar, caballero perfecto, estudiante modelo, amante de su Patria, don Matías Montero y Rodríguez de Trujillo, incapaz de acción alguna impura, sino preparado para defender el orden social, en cuyo holocausto resultó inmolado.
                                                   La Nación, 19 de febrero de 1934

Tello fue condenado a 23 años y 3 meses de prisión, que no cumplió al verse beneficiado por la amnistía promulgada en 1936 por los izquierdistas del Frente Popular.





Entre las ropas del cadáver de Matías, se escondía un artículo titulado “Las flechas de Isabel y Fernando”, que había escrito para la revista “FE”. En él trazaba las líneas para conseguir una “Universidad limpia de pasiones, bloque compacto de profesores y estudiantes, que marche entusiasta en pos de la cultura al servicio de la Patria”.
Por la tarde del 10 de febrero varios centenares de falangistas, y casi un millar de amigos y simpatizantes de Falange Española, acuden al entierro de Matías Montero, en el cementerio de la  Sacramental de Santa María, en la ribera del Manzanares, en Madrid. Muchos falangistas van en formación marcial entonando al compañero caído la hermosa canción de procedencia germana titulada “Yo tenía un camarada”. Escoltando el féretro, en cortejo fúnebre desde la Plaza de la Alegría hasta el cementerio.






El sepelio se desarrolla con gran emoción, en silencio y sin gritos de odio o rencor. José Antonio Primo de Rivera, ante la tumba abierta que recoge los restos de Matías, pronuncia estas breves palabras:
«Aquí tenemos, ya en tierra, a uno de nuestros mejores camaradas. Nos da la lección magnífica de su silencio. Otros, cómodamente, nos aconsejarían desde sus casas ser más animosos, más combativos, más duros en  las represalias. Es muy fácil aconsejar. Pero Matías Montero no aconsejó ni habló: se limitó a salir a la calle a cumplir con su deber, aun sabiendo que probablemente en la calle le aguardaba la muerte. Lo sabía porque se lo tenían anunciado. Poco antes de morir dijo: “Sé que estoy amenazado de muerte, pero no me importa si es para bien de España y de su causa”. No pasó mucho tiempo sin que una bala le diera cabalmente en el corazón, donde se acrisolaba su amor a España y su amor a la Falange»
“¡Hermano y camarada Matías Montero y Rodríguez de Trujillo! Gracias por tu ejemplo”.
“Que Dios te dé su eterno descanso y a nosotros nos niegue el descanso hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte”.
“Por última vez: Matías Montero y Rodríguez de Trujillo”.



Todos los asistentes, ante la invocación postrera del nombre del camarada caído, contestan “¡Presente!”, alzando sus brazos en forma de saludo romano.


Algunos publicistas de las derechas, empezando por su habitual portavoz, el diario ABC, comenzaron a insinuar sus críticas, con ironía excesivamente severa, y así en la misma mañana del día que se iba a celebrar el entierro del joven Montero, un colaborador del diario monárquico, comentando la actuación de Falange, escribía: 
«... la opinión pública esperaba algo más que la enérgica protesta de rigor en los periódicos; unas represalias inmediatas... y nada». 



Luego añadía que un fascismo así no era más que literatura, sin que constituyese “riesgo alguno para los adversarios”.
De ahí el discurso de José Antonio en el cementerio, contestando con dolor esas críticas, con la frase: “Es muy fácil aconsejar”.
Como sea que el ambiente se enrareció un tanto en torno a Falange Española, la organización publicó una nota en la Prensa, con el siguiente párrafo:
“Falange Española no se parece en nada a una organización de delincuentes, ni piensa copiar los métodos de tales organizaciones, por muchos estímulos oficiosos que reciba”





En el primer aniversario de la muerte de Matías Montero, entendida como acto último de servicio, José Antonio Primo de Rivera escribió el siguiente artículo:
«Anoche, en Salamanca, cobijados en un recinto bajo de techo, pino de escaleras, pobre de luz, entre unos camaradas de buena estirpe leonesa, parcos en la sonrisa y en la alabanza, pasamos el aniversario de Matías Montero. Como el recinto, fue sin adornos la ceremonia: unas palabras de Salazar y de Bravo, otras palabras mías y un silencio que nadie impuso, pero que tuvo, en autenticidad, mucho mejor sentido que los rituales minutos de silencio.  
Dije a los camaradas de Salamanca y os digo ahora: El martirio de Matías Montero no es sólo para nosotros una lección sobre el sentido de la muerte, sino sobre el sentido de la vida. ¿Recordáis vosotros, los de la primera hora, una de las cosas con que se intentaba deprimimos? Se nos decía: “No triunfaréis; para llevar adelante un movimiento como el vuestro hace falta contar con gente endurecida en grande”. Los españoles arriesgaron y dieron la vida. Y por España y por la Falange dio Matías Montero la suya.  
Buena piedra de toque es ésta para conocer la calidad de nuestro intento. Cuando dudemos, cuando desfallezcamos, cuando nos acometa el terror de si andaremos persiguiendo fantasmas, digamos: ¡No!; esto es grande, esto es verdadero, esto es fecundo; si no, no le hubiera ofrendado la vida -que él, como español, estimaba en su tremendo valor de eternidad- Matías Montero».


El Ministerio de Educación Nacional, por orden de 5 de febrero de 1938, declaró festivo, en todos los centros docentes del Estado español, el 9 de febrero de cada año, día del Estudiante Caído, aniversario de la muerte de Matías Montero, falangista asesinado en las calles de Madrid cuando vendía el semanario “FE”, con el fin de perpetuar “este ejemplo entre las jóvenes generaciones que en el estudio asiduo y apasionado, o en la lucha viril y sangrienta, labran los sillares de la España Imperial”












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