martes, 8 de mayo de 2018

El Zar y el soldado




Cuenta la historia que corría la época de los zares en la antigua Rusia que por aquella época se encontraba en guerra.



Junto a un caudaloso río vivía un campesino con su hijo que se llamaba Nicolás. Vivían en una pequeña casita de madera y paja que ellos mismos habían construido. El sueño de Nicolás era servir en el Ejército del Zar, pero nunca había podido cumplir su sueño ya que su padre, ya mayor y débil lo necesitaba para las labores del campo y de la granja.




Un día el padre de Nicolás le animó a construir entre los dos un pequeño puente de cuerdas y madera para sortear el río que necesitaban cruzar para ir hasta el pueblo a vender sus productos. En verano este río solía estar seco o prácticamente seco, por lo que podían atravesar el río sin mayor problema, pero en invierno era imposible cruzar el río debido al inmenso caudal de agua que discurría por lo que les obligaba a dar una vuelta hasta otro puente lejano, asunto en la que empleaban más de dos horas de viaje.



-     Nicolás, con la construcción de este puente ganaremos más de dos horas cada vez que vayamos al pueblo a vender nuestros productos en el mercado. De esta forma podremos ir más a menudo.

Nicolás y su padre trabajaron mucho y muy duro para construir el puente durante varias jornadas. Cuando por fin lo tuvieron terminado, ambos, cansados y exhaustos, contemplaron el fruto de su trabajo.
-     Nicolás-le dijo su padre- estoy muy orgulloso de nuestro trabajo. Ahora además de ganar tiempo para ir al pueblo gracias a este puente me gustaría saber si hay más gente que lo vaya a utilizar y qué opinión les merece. Voy a darme un paseo por los alrededores para ver si oigo algún comentario.

Y el padre de Nicolás se fue a ver si oía algún comentario al respecto de su obra.

Al cabo de un rato Nicolás vio venir a su padre.  Su rostro rebosaba alegría y felicidad.
-     ¡Nicolás! ¡Nicolás! ¡Jamás podrías imaginar lo que le ha pasado a tu viejo padre!
-     ¡Cuénteme padre, cuénteme, estoy ansioso por saber que ha pasado!
-     Como sabes- dijo entrecortado y jadeando el padre de Nicolás- fui al puente a ver si podía escuchar algún comentario sobre él. Me escondí detrás de unas cañas en la orilla del río cuando vi que se acercaban dos señoras hermosísimas. ¡Eran nada menos que dos hadas de las aguas! Comenzaron a alabar nuestra obra y comentaron que les gustaría premiar a su autor. Al oír esto salí de mi escondite y les revelé que tú y yo habíamos construido el puente.



-     ¿Y qué recompensa les pediste padre? – preguntó Nicolás.
-     Solo un criado que me ayudara con las faenas de la granja. Mañana llegará aquí. ¡Hijo mío, puedes partir para servir en el Ejército del Zar como es tu sueño y tu deseo!
Imaginaos la inmensa alegría de Nicolás. Esa misma tarde ultimó todos los preparativos y al día siguiente de madrugada se despidió de su anciano padre y partió hacia su destino.
Una vez alistado en el Ejército fue enviado directamente al campo de batalla destinado al servicio personal del Zar, donde Nicolás se esmeraba con todo su empeño en servir lo mejor que podía y sabía.



Una mañana se le acercó el mismísimo Zar, y le dijo:
-¡Soldado! Ya que tu comportamiento es ejemplar y que sé que puedo confiar plenamente en ti, voy a confiarte una misión muy especial, arriesgada e importantísima.



-  Decidme Señor - contestó Nicolás.
-  Deberás ir hasta la frontera enemiga y recoger allí unos planos importantísimos para nuestro país. Te los entregará alguien que te dará una contraseña secreta. El lugar del encuentro y la contraseña están escritos en este pergamino- le dijo mientras le entregaba un pergamino sellado. Sigue las instrucciones que se detallan en él para llegar hasta la frontera. Deberás estar de vuelta mañana antes de que salga el sol.

El pobre Nicolás se quedó pálido y una angustia enorme se apoderó de todo su cuerpo. Era consciente que la misión que acababa de encomendarle el mismísimo Zar era prácticamente imposible de cumplir. La frontera distaba a dos días con sus noches del campamento donde estaban y hacía varias horas que nevaba copiosamente. ¿Cómo iba a hacer Nicolás el viaje de ida y vuelta en un solo día?




Nicolás partió con ánimo, pero a medida que avanzaba el día y llegaba la noche sus fuerzas y su ánimo se iban acabando y para colmo no cesaba de nevar, incluso lo hacía con más densidad. Confuso y desorientado, en medio de la estepa rusa, con un frío de varios grados bajo cero, se dio por vencido y supo que no iba a poder cumplir con el encargo del Zar. 




Pero en ese momento Nicolás recordó las palabras de su padre respecto de las Hadas del Agua:
-     “Comentaban que les gustaría premiar al que hizo el puente, comentaban que les gustaría premiar al que hizo el puente…”.
-     ¡Claro! – gritó Nicolás en voz alta en mitad de aquel paraje inhóspito- ¡yo aún no he pedido mi deseo!
¡Hadas de las aguas! ¡Necesito ayuda! ¡El Zar confía en mí para salvar a nuestro país del enemigo! Por favor ¡escuchadme donde quiera que estéis! ¡Necesito realizar mi viaje en un solo día, por eso os pido que me escuchéis!




Nicolás aun no había terminado de invocar a las Hadas cuando de pronto algo muy extraño comenzó a suceder en su cuerpo. Los brazos se le alargaron convirtiéndose en dos espléndidas alas, por todo el cuerpo comenzó a surgirle un magnífico plumaje. ¡Estaba convirtiéndose en un águila!



-     ¡Esto es fantástico! No hay duda que de esta forma no solo llegare a tiempo para cumplir mi misión sino que a nadie del enemigo le será posible reconocerme. ¡Gracias Hadas de las Aguas, nunca podré pagaros tan enorme favor!
Y dicho esto Nicolás convertido en águila se elevó hasta el cielo perdiéndose entre los enormes copos de nieve batiendo sus potentes alas rumbo hacia su punto de encuentro.



En pocas horas llegó a la frontera donde recogió los planos y tomó el camino de regreso.
Muchas horas antes del plazo dado por el Zar se posó en tierra  cerca del campamento con los planos sujetos entre sus potentes garras. Enseguida desapareció su hermoso plumaje y Nicolás con su cuerpo normal avanzó rápidamente hasta la tienda de su Rey.

-     Señor, aquí le traigo los planos que me encomendó. He cumplido la misión.
-     ¿¡No puedo creer que hayas sido capaz de realizar tal hazaña en tan corto espacio de tiempo!? Veo que me eres más fiel y capaz que ningún otro soldado. Voy a recompensar tu patriotismo y tu lealtad. A partir de hoy te nombro Capitán.

Y cuentan que gracias a la intervención de Nicolás la guerra terminó pronto. Nicolás se trasladó a la corte del Zar donde se llevó a su anciano padre. También dicen que a los pocos meses de estar allí se enamoró de la hija del Zar con la que se casó y todos fueron felices hasta el final de sus días.




Este es un cuento que he oído desde pequeño y quizás haya marcado una parte de mi personalidad y que representa fielmente mis valores.

En contraposición a la mugre moral e intelectual que padecemos hoy donde todos mis valores son dignos de burla, menosprecio y tildados de anticuados y fascistas en contraposición a los valores actuales hoy donde lo heroico es vestirse de payaso y hacer vídeos que luego subes a internet para servir de ejemplo a miles de descerebrados y pobrecillos que a falta de referentes y de valores toman de ejemplo al primer payaso que sabe enlazar tres palabras seguidas, los valores castrenses se ven representados en este cuento clásico lleno de valores eternos y auténticos.




El protagonista Nicolás tiene un ideal: servir en el Ejército del Zar. No ansía tener un harén de mujeres, un palacio con sirvientes y todo tipo de lujos o lo que hoy sería tener un cochazo, un casoplón o muchísimo dinero. Él desea servir en el Ejército a su rey el Zar de Rusia. Pero antepone su deseo al cuidado de su padre, lo cual representa el amor incondicional hacia su familia y gratitud hacia quien le dio la vida por encima de sus deseos personales.
Un gesto sin ánimo de recompensa como es la construcción del puente para su uso y el de los demás, sin pedir nada a cambio, se ve premiado de la forma más impresionante posible. Y Nicolás cumple su deseo y voluntad de ir a la guerra a derrotar al enemigo de su Patria y a servir a su Rey. Que buen vasallo si hubiese un buen señor, se podría decir de quienes nos gobiernan hoy en España.




Nicolás sirve fielmente y de manera competente en sus labores, y cuando el mando supremo le encomienda una misión trascendental, casi imposible de cumplir, Nicolás la acepta e intenta cumplirla. Rendido, casi derrotado, recuerda su deseo aun sin gastar y lo consume no en él, sino en hacer el bien a su país y a su Rey. Amor por su país y por su Rey por encima de sus aspiraciones y deseos personales.

Como en todos los cuentos de héroes y princesas Nicolás finalmente se casa con la hija del Zar. Se casa con la hija del Zar. Lo repito, se casa con la hija del Zar, no con el hijo del Zar ni con el sirviente del Zar. En contraposición a la bazofia imperante hoy día reflejada fielmente en películas de engendros como Pedro Almodóvar o series deleznables como “La que se avecina” la adaptación de nuestro tiempo sería la de un homosexual reprimido por salvajes militares que cuando consigue liberarse de las cadenas quien realmente le gusta es el hijo del Zar, o su mayordomo, o un sirviente. Obligado a casarse con la hija se escabulliría por las noches por un oscuro pasadizo  hasta un lúgubre, húmedo e inmundo agujero para mantener relaciones sexuales con un criado de la corte hasta que un rey fascista, oliéndose la tostada, le tendería una trampa mortal. Lo molón, lo guay, lo moderno, es esta puta mierda. Lo anticuado es lo otro claro.




Nicolás, rendido, exhausto de cansancio, en medio de la estepa rusa, a muchos grados por debajo de cero, recuerda que aun tiene un as en la manga, y es su deseo a las Hadas de las aguas en recompensa al puente construido. Podía haber pedido cualquier cosa egoístamente para su uso y disfrute como ser rico, tener mujeres por cientos, vivir en un palacio rodeado de riquezas, pero Nicolás gasta su deseo en el momento que más lo necesita, y no lo pide para él, sino para su nación, su país, Rusia, la Rusia de los Zares, lo cual demuestra una generosidad y un sentido de la responsabilidad sin límites. Imagínense a Pablo Iglesias, a Ada Colau o a Gabriel Rufián pidiendo deseos. Bueno lo retiro, mejor no se lo imaginen.

Hoy hablar de España, o de un acto patriótico como el de Nicolás, sería autodenominarte automáticamente primero de tonto de baba por no pedir el deseo egoístamente para ti y solo para ti, y después serías tachado de facha, fascista, franquista, nazi, extremista, fanático radical, y posteriormente criminal, genocida, asesino y homófobo. La Sexta haría un programa especial cada semana sobre ti y tu relación con el franquismo. Un psicólogo te haría por televisión un examen exhaustivo de tu desequilibrio mental y tertulianos dedicarían horas y horas en todos los canales a hablar de ti.




Hoy en contraposición a Nicolás y su amor por su país tenemos que ver a los nacionalistas y a la izquierda en toda su extensión intentado destruir lo que es de todos, con el apoyo de la supuesta derecha del PP que da casi ya tanto asco como los citados anteriormente. En contraste a Nicolás en España tenemos seres, personajillos detestables como Fernando Trueba que desearían la victoria del enemigo. Trueba ya no es que fuese a pedir convertirse en un águila para cumplir la misión y acercar a su país a la victoria, es que pediría a las hadas la victoria del enemigo. Esto es lo que hay señores, a esta bazofia hemos caído.

Lo único bueno que saco de todo cuanto estamos viviendo, de la aniquilación de nuestra cultura metiendo millones de inmigrantes en Europa, de la esclavitud laboral a la que son sometidos millones de personas, de vivir cada vez peor, de la manipulación informativa como jamás antes se había conocido, ni en la Alemania nazi ni en la Rusia comunista, del feminismo radical y que la palabra de una mujer sea suficiente para mandar a un hombre a la cárcel, de toda esta mierda y muchísima más lo que saco en claro es que cuando la vaca ya no de más leche, y ni siquiera haya con que alimentarla y esta muera esquelética que no valga ni para que los buitres acudan a la carroña, cuando todo sea un enorme lodazal donde nos ahoguemos con nuestro propio vómito, entonces los valores eternos saldrán de nuevo a la luz, al rescate, como ha sido siempre y como será. Cuando todo se eche al aire, la paja volará y lo que quedará será el grano, el fruto de nuestras raíces, de nuestra historia y de nuestra cultura.




VIVA ESPAÑA ARRIBA ESPAÑA Y VIVA LA CULTURA CRISITANA






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